ESTERTOR de Máximo González en Galería de Arte Contemporáneo de Xalapa
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27/04/2015PREGUNTAS ESCASAMENTE FORMULADAS, La Exposición de RAQS Media Collective en el MUAC | Texto de Yunuén E. Díaz
¿Cómo es que una taza de café puede ser expresión del capitalismo?»
Cada mañana millones de personas en el mundo tomamos una taza de café. Mientras lo saboreamos pensamos en las tareas que deberemos realizar durante el día, de inmediato damos otro enorme sorbo a la taza y mientras más pensamos en los pendientes y las cosas que se avecinan, tomamos tragos más grandes y profundos. Tomamos café para mantenernos despiertos, tomamos café porque siempre estamos cansados, tomamos café para trabajar más rápido porque el tiempo nunca nos alcanza, tomamos café para ser productivos en una sociedad que exige resultados inmediatos, tomamos café para no dormirnos frente a los enredosos entresijos de la burocracia. El café es el estimulante de la fuerza de trabajo cuya imaginación es puesta en caldera por la creciente exigencia del mercado laboral. El café es el combustible del capitalismo actual. Esto pasa en México, en la India, pero también en Estados Unidos o en cualquier país, la globalización ha diseminado los procesos de trabajo, las exigencias, la urgencia, la eficiencia absoluta, el cero error. No por nada los consorcios comerciales de café se han popularizado, las tiendas de café se llenan por la mañana, al medio día, después de la comida, los ritmos de trabajo se acompañan de una buena taza que nos permitirá soportar el estrés de las actividades hasta el próximo café, hasta el día siguiente en que todo vuelve a comenzar.
Uno no piensa en esas cosas cuando bebe el elixir, uno saborea el líquido oro negro y se contenta con crearse un mapa mental de los múltiples vórtices que habrá que sortear, uno piensa que se da un respiro sin notar que cada sorbo lleva una condena, continuar bombeando el sistema nervioso cuyo cansancio debe exorcizarse. El café es el lubricante de una maquinaria post-fordistas, post-industrial, global y digital.
Nos consumimos día a día tecleando de manera esquizoide frente a un computador, tratando de alcanzar los ritmos que nos marca un sistema cuya agenda expulsa los momentos no económicamente redituables. Nunca tenemos tiempo. Nunca nos alcanza el tiempo. El tiempo es la divisa más costosa: no acumulable, efímera y volátil. El tiempo se nos escapa entre las exigencias de adquirir un capital que nos permita disfrutar del tiempo libre, un tiempo libre que nunca llega, un tiempo libre que llega cuando estamos demasiado cansados para disfrutarlo. El tiempo productivo se exalta mientras el tiempo de ocio se anuncia como una pérdida de tiempo: la familia, los amigos, los hobbies, todo lo que no produce una ganancia económica inmediata se debe relegar. No es extraño que la mayoría de los trabajos en la época contemporánea no doten al trabajador de un sentido de logro o pertenencia, el tiempo de la afectividad y la sociabilidad se vuelven cada vez más precarios.
Este es uno de los principales temas que el colectivo RAQS Media Collective de Nueva Delhi, aborda en la muestra “Es posible, porque es posible” exhibida actualmente en el MUAC. ¿Cómo experimentamos el tiempo? ¿Cómo lo distribuimos? ¿Cómo lo imaginamos? ¿Cómo es agenciado y cómo podemos alterar las lógicas cotidianas en que este se administra? Filosofía, imaginación y poesía puesta en acción a través de objetos, instalaciones y acciones donde el espectador se ve obligado a confrontarse con la propia experiencia y a formular cuestionamientos sobre su propio quehacer. Ejemplo de ello son una serie de relojes sobre la pared que en lugar de tener marcadas las horas, marcan estados de ánimos, donde estaría el número seis (la hora de salida del trabajo para un gran número de personas) aparece la palabra fatiga, a las siete llega la nostalgia, a las ocho tenemos un momento de éxtasis y a las 12 horas la epifanía, podría ser a las doce del día, pero me imagino más a las doce de la noche, cuando todo está a oscuras y el silencio permite por fin pensar en algo distinto de las preocupaciones inmediatas. Exactamente una hora después aparece la ansiedad, se hace más noche, hay que levantarse temprano, no se han terminado los pendientes, todo aparece como caos, uno sabe que debería estar dormido, pero aun sí se acostara no estaría dormido, sino pensando en todo lo que debe hacer, así que hay que seguir, de inmediato el reloj marca la hora del deber; luego la culpa, la culpa por no alcanzar las exigencias del trabajo, la culpa por estar develado, la culpa por gozar un poco, pero también la culpa por no gozar mucho más en un mundo en que cada anuncio publicitario está dispuesto para el goce. Así llegan al reloj la apatía y luego el asombro. ¿Es este el reloj que rige la mayor parte de la vida de las personas? ¿tenemos tan poco tiempo para el asombro? ¿Ninguna hora para el amor? ¿Tantas horas para el miedo, la apatía, el pesar? Este reloj nos confronta con nuestra propia percepción del tiempo ¿Cómo dividimos nuestro día? ¿Qué sensaciones se hacen presentes en nuestro acontecer? ¿Cómo podemos alterar este reloj? ¿podemos hacerlo? Es posible, porque es posible. El último reloj tiene las manecillas pausadas, el tiempo puede detenerse, el tiempo puede cambiarse si cambian las actividades que se realizan normalmente, si alteramos nuestro quehacer cotidiano, si subvertimos la forma en que lo percibimos.
Nada esta predestinado ni cerrado. No hay fracaso sino posibilidad. En su obra Lemniscate pantome, una bandera con el símbolo del infinito ha quedado como testimonio de un performance realizado por el colectivo con el nombre “La última internacional”. En 1864 se realizó en Londres La primera Internacional, una asociación que deseaba organizar al proletariado europeo y que congregaba a miembros del sindicalismo, el anarquismo y el socialismo. Karl Marx, Friedrich Engels y Mijail Bakunin colaboraron analizando problemas comunes para tratar de determinar líneas de acción que unieran fuerzas entre los diversos frentes de la lucha obrera. La Primera Internacional, aunque disuelta después para dar paso a una Segunda, queda como precedente de un esfuerzo internacional por dar forma a las aspiraciones y acciones que cambiaran la balanza de poder. La idea que atraviesa la bandera de RAQS está relacionada con La Primera Internacional y ante la visión capitalista que aparece como único camino posible de organización económica, RAQS presenta a la organización colectiva como una labor siempre presente, por ello el símbolo del infinito, que alegoriza la irrenunciablidad de los proyectos emancipatorios, la actualidad de la utopía. La última internacional se llevó a cabo en Nueva York, sede que también albergó a la Primera Internacional, reactivando así la posibilidad, como agente provocador que exorciza el desencanto posmoderno. De ahí el nombre de la muestra “Es posible, porque es posible”.
La pieza “Revoltage” juega con la unión de las palabras en inglés “Voltage” y “Revolt”, es decir “voltaje” y “revuelta”. Metaforizando en esta palabra una revuelta re energizada por las condiciones actuales de empobrecimiento y deterioro social. Un anuncio sobre la siempre existente posibilidad de revolucionar nuestra forma de vida.
En su pieza Marks, exhibida originalmente en la sede del Partido Comunista Francés de Niemeyer, vemos también el uso de una luces tomadas de la cultura popular como anuncios, para realizar una pregunta de tonos rojos. La hoz y el martillo, símbolo comunista de la unión de campesinos y obreros, se han transformado en signos de exclamación e interrogación. La alusión es evidente, se trata de las preguntas sobre el futuro del pensamiento comunista. ¿Qué papel tiene hoy?¿Ha desaparecido la izquierda?¿Cómo se ha transformado?¿Es posible y/o necesaria? Más que dar una respuesta, RAQS nos invita a la reflexión, la pregunta en si misma es ya una crítica a aquellos sistemas que creen que se trata de una pregunta superada.
Acompañando esta pieza en la sala, nos encontramos con un conjunto de bocinas que van enunciando las palabras escritas en el diario de un proletario que se suicidó. Día a día se anuncia con unas pocas frases en las que destacan los precios de objetos que va adquiriendo el obrero, algunos días hay hallazgos felices, la mayoría son deudas, gastos, cuentas del día: “todo lo demás fue ordinario”, es la frase que termina cada jornada. La voz sin cuerpo se emana de las bocinas como un fantasma, es el fantasma del comunismo, como diría Marx, es el fantasma de un hombre ordinario cuya ordinaria vida va perdiendo valor hasta que llega al suicidio. ¿Cómo convertir lo ordinario en algo extraordinario?¿Cuál es el lugar de lo extraordinario en nuestro pensamiento? ¿Cómo introducir lo estético en un mundo que lo empuja cada vez más hacia el consumo? La pieza es muy conmovedora, porque esa voz que habla en las bocinas, ese fantasma, es un reclamo que habita en cada uno de nosotros.
El Buró de información, es otra pieza interesante en el recorrido de la muestra. Una joven tras un escritorio responde las preguntas del asistente mediante una serie de tarjetas elegidas al azar. “¿Qué es el amor?” –preguntó una de mis acompañantes: “una tormenta en un desierto” fue la respuesta que aleatoriamente apareció. Si bien, no todas las respuestas fueron tan afortunadas, la intención de alentar el cuestionamiento y estar abierto a una gama de respuestas insólitas, cumple su función en la pieza.
“¿Existe algún calendario para la libertad? ¿Puede la libertad guardar secretos? ¿Puede la libertad de un hombre ser la prisión de otro?¿Puede la libertad ser la liberación de uno mismo?” Una serie de pantallas de tabletas nos presenta estas y otras preguntas. Nuevamente, no se trata de la respuesta, sino de la función cuestionadora del espectador que se activa al contraponerlo con la pregunta.
Inventar preguntas, aparece como una de las principales labores del colectivo.
El propio nombre del colectivo RAQS, es un acrónimo de Rarely Asked Questions (preguntas raramente formuladas), por oposición a las Frequently asked questions que aparecen en las páginas de información en internet, como preguntas realizadas con frecuencia. En lugar de agrupar a los sujetos según un paradigma de preguntas, las preguntas de RAQS, escasamente formuladas, nos llevan a un lugar de exaltación de la imaginación como lugar crítico de confrontación con la realidad. Este nombre anuncia de manera perfecta la labor de RAQS, pues su trabajo no trata de dar respuesta sobre problemas actuales, sino de enunciar las preguntas que muestran los problemas que no podemos ver en nuestra vida cotidiana. Su inteligencia es feroz y su creatividad nos arranca sonrisas pues nos muestra cómo un mismo problema se puede confrontar de un modo diverso.
“¿Por qué los bancos tienen guardias? Para proteger a las personas del dinero”, enunciaron en uno de los talleres realizados en España, con motivo de su exhibición en el Centro de Arte Dos de Mayo en 2014, misma que ahora hospeda el MUAC en México.
Para terminar este acercamiento a la muestra, me gustaría tan solo comentar que el video El capital de la acumulación, es un pieza clave en la exposición; un trabajo lleno de cuestionamientos y narraciones poéticas intercaladas con imágenes que contraponen pasado y presente, urbanidad y ruralidad, globalidad y localidad. Parte de la reflexiones que inician este texto se desarrollaron a partir de este video instalación bicanal de 50 min. Sobre todo el fragmento en el que descubrimos que una taza de café en el mundo actual, no es tan sólo una taza de café. La muestra está llena de estos hallazgos en los que aparece como urgente tarea la formulación de las más incómodas preguntas.
Fotografías y texto cortesía de Yunuén E. Díaz