Ricardo Atl: ¡La orfandad! ¡La orfandad!
30/09/2015JUANITO, 2008, Miguel Rodríguez Sepúlveda
30/09/2015EL NEGRO ES LA AUSENCIA DE COLOR. O DE CÓMO SE LLENA EL VACÍO. NELSON HERNÁNDEZ ESCRIBE SOBRE EL TRABAJO DE EDITH LÓPEZ OVALLE
La nada y el vacío no son sinónimos. La nada encierra un vertiginoso nihilismo enquistado en el pasado de la creación artística. Tanta obra sin título: número 7, tanto trabajo discursivamente hilvanado y cuidadosamente estilizado en una caricatura del postmodernismo donde nadie es responsable de nada. Donde «se dice», «se trabaja», «se articula» y nunca vemos un sólo nombre propio. Donde el artista tiene tanto miedo de decir las cosas y verse en el espejo de obsidiana que es esta realidad destrozada.
No vivimos en otro país, pese a que los dispositivos móviles nos cuenten en un segundo lo que ha hecho Ai Wei Wei hoy. Esto es México.
Hace tiempo que Melquiades nos predijo que el arte había muerto y que ni Cuevas podría resucitarlo. Esto pasó en México. Hace casi 16 años que Luther Blisset realizó su huelga de arte. Esto pasó en el mundo. Y hace mucho tiempo que los situacionistas habían dejado la deriva adolescente para entrar de lleno en las acciones de la realidad. Dirigidas hacia la realidad. Todos recuerdan a Debord, pero muy pocos recuerdan a Raoul Vaneigem. Debord es el Che de los intelectuales. He visto camisas de él, no en el clásico rojo, pero sí en el clásico che-stencil como lo llamara el documentalista José Torres. Esto pasó en la roma-condesa, así como pasa en Williamsburg o en Wynwood.
Me pregunto cosas muy ingenuas, cosas que ya se han preguntado antes. Repito, es cierto. Entro en bucle. Siento una obsesión extraña que me paraliza y no me deja producir. Pienso en los grandes artistas que ha dado México en la última década. No tengo una crítica articulada en su contra. Sólo intuyo a Octavio Paz reloaded. ¿O Alias? ¿podría haber hecho algo más que llevarle las tardías Golondrinas a Televisa un mes después de que ya todo había comenzado? ¿O cómo hablar de la vergüenza de ser hombre en el siglo 21? ¿O cómo hablar de la vergüenza de ser un cyborg? No soy partidario del arte panfletario. Pero, ¿cómo hacer arte después de ver cara a cara a la muerte? Celan decía tener una respuesta. Entren a los museos que nos están matando afuera. O no entren a los museos que nos están matando adentro. La muerte es un artista mexicano. Oh Sulamita. Tu cabello de ceniza Sulamita. ¿Dónde está tu cabello de oro Margarita?
¿Ser artista es no dar concesiones? O como dice el artista gráfico Antonio Eusebi, ¿la no auto-censura es quizá la única estrategia artística ya válida en un país que auto censura el video donde su presidente dice que no censurará la libertad de expresión?
No tengo respuestas. México, país hombre más rico del mundo. México, país, delincuente más buscado del mundo. México, país, con mayor obesidad infantil del mundo. México, país, con mayor pornografía infantil del mundo.México, país, con más feminicidios del mundo. Y feminicidio ni siquiera es una palabra aceptada por el autocorrector del programa donde escribo este texto, la señala como si estuviera errada, ortográficamente errada. Así de mal. México, país, dictadura perfecta. ¿No es irónico que un hombre de derecha como Vargas Llosa sea quien acuñó ese término? Sólo siento vacío. ¿México país?
Pero la nada y el vacío no son sinónimos. Y yo sé de sinónimos. El vacío es potencia. Necesario para crear un nuevo sentido. No hay necesidad de solve cuando todo está completamente huérfano. Cuando todo está fundido a negros. Una película negra sin principio ni final. Llegar al vacío es parte de una estrategia doble. Más coagula que el solve ya está hecho. ¿O alguien en este país sigue creyéndole a alguna institución que no le de un hueso que roer?
La articulación de un nuevo sentido no necesita del arte. El arte necesita de esa articulación. Me gusta pensar en la orfandad como positiva, como habilitadora de la creación de cualquier sentido, pues todos los sentidos pasados están derruidos. Pues todo el sentido que articulaba nuestra realidad cae como un edificio en el terremoto del 85. Una hoja en negro en contraposición a una hoja en blanco. Tabula rasa en ausencia de color. En ausencia de sentido.
Y aquí es cuando recuerdo el conocer a la «Negra», hace ya casi 10 años. Artista gráfica por tradición, egresada de la Esmeralda y la Academia de San Carlos, activista por naturaleza. Desde hace años un grupo no pequeño de gente, ve en ella un bastión de coherencia y sentido. Esa misma coherencia la llevó a dictar ponencias sobre desapariciones forzadas en el MIT, El Palacio de Bellas Artes, la UNAM, la UAM, y muchas otras. Vincularse intensa y extensamente a la fundación de La Casa de la Memoria Indómita o ser parte activa de H.I.J.O.S. Este mundo se deshace por minutos y ella continúa con una labor de potencia que tiene más que ver con los situacionistas que la deriva misma. Cuando otros hacen guiños, gestos, juegan a la representación, ella hace actos, se para en la realidad y así genera realidades. Es decir respuestas, interacciones que van más allá de lo museístico y de la muerte arrojada a lo simbólico.
«Declaración sobre la Protección de todas las Personas contra la Desaparición Forzada», trabajo en siligrafía sobre papel de agave, de Edith López Ovalle «La Negra», no es una ocurrencia o algo que quiera aprovecharse de los reflectores hablando de un suceso terrible, que por eso mismo llamaría la atención. No es un trabajo realizado después de la desaparición el 26 de Septiembre del año pasado en Ayotzinapa. No es oportunismo. Este trabajo se realizó entre 2009 y 2010. Tiene más de terrible premonición que de nada más.
En mayo del 2010, enmarcado dentro de la Semana Internacional del Detenido Desaparecido, la «Negra», entregó 7 carpetas con 23 estampas en siligrafía cada una, con la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, que fue firmada el 18 de diciembre de 1992 en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas por todos los estados que la comprenden, incluyendo México. Edith entregó las carpetas a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Oficina en México de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Procuraduría General de la República, la Representación del Estado de Oaxaca en la Ciudad de México y la Representación del Estado de Puebla en la Ciudad de México. Las entregó junto con una carta explicando la donación de la obra que, firmada y sellada por cada institución, es un acuse de recibido por las oficinas representantes.
La obra todavía no acaba: Obtuvo respuestas de altos funcionarios como Arturo Chávez Chávez, en aquél entonces Procurador General de la República, en una carta que Edith resguarda como parte de la obra, éste le agradece, sin dejo de cinismo, para cualquier persona que viva en el país, su gentileza por el envío, y reconociendo su «expresión plástica distinta y propia» y también la «percepción de una mexicana consciente del valor y respeto universal que revisten las libertades humanas» le comenta que ha dado instrucciones para que la obra gráfica se coloque en la oficina principal de la dependencia, para que toda la gente que los visite, pueda verla.
Otro que respondió con una llamada telefónica, fue Alberto Brunoni, quien en ese entonces representaba la figura de más alto nivel jerárquico en la Oficina en México de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El cinismo no para: el señor Brunoni manifestó su ignorancia sobre la existencia de desaparecidos políticos en México, y le agradeció el «regalo».
Bajo esta sensación de burla institucional, no se puede vislumbrar otra realidad, que la de un nivel de orfandad no simbólica, sino aterradora, avasalladora. Donde la muerte parece ser el principal material para cualquier artista que mire la realidad. Pero en esas respuestas institucionales, generadas a partir de esa vuelta artística, es que el trabajo prodigioso de Edith me remite a Foucault, lo suyo es: un trabajo de develar el ejercicio del poder hasta su médula, hasta su cinismo, y a partir de ahí, poder generar un nuevo sentido.
Pues estamos solos y por si a alguien le quedaba alguna duda, puede ver la obra de Edith con sus respuestas. Sólo en calidad de huérfanos podremos encontrar un espacio para una nueva realidad. La ausencia de color, la ausencia de sentido, para revestir la realidad de otro color, de otro sentido. No hacia la nada nihilista. Hacia el vacío en potencia.
Mientras eso sucede, la muerte seguirá irrepresentable. Parodiando a Lacan, la muerte es un real y no vale el juego de la representación en un contexto de pestilencia sórdida, de cuerpos añejados en fosas.
Mireles, más poeta que cualquiera, nos lanza la frase «autodefensa o fosa». Hay más acción simbólica en la marcha del silencio zapatista del 21 de diciembre del 2012, preguntándonos si habíamos escuchado el sonido de su mundo resurgiendo, que en cualquier exposición. Raúl Vera es más artista que cualquiera cuando articula una nueva constituyente.
Hay más vanguardia en la interrupción de Ana Gatica indignada con Rigoberta Menchú pidiendo un minuto de silencio a favor del INE, digo a favor de los 43 desaparecidos, que en cualquier obra de net-art. Y hay más conceptos en juego en la quema de un judas con el cuerpo del presidente y su nariz de payaso en medio de la plancha del zócalo, que en cualquier instalación.
Si pensamos en el arte como robar autoestereos de nuestros propios autos, no es casualidad que la realidad mexicana se haya tornado lo que es. Si los situacionistas nos dejaron a la deriva a los artistas, y las acciones a los «actores», peor para los artistas. Pero la Negra, Edith López Ovalle, no es uno de esos artistas.
Para ver el proyecto de Edith López Ovalle