«La pasión destructora es una pasión creadora»
Mijaíl Bakunin.

“Uno no piensa voy a hacer una hermosa mierda; uno va al baño y la hace, el arte se hace así, el arte se expulsa como un vómito” ; Juan Carlos Uviedo siempre fue un personaje polémico, un anarcochamán que pensaba en el teatro como éxtasis revolucionario, para este artista la verdadera creación es el resultado de explorar de manera profunda la subjetividad humana, atravesada tanto por cuestiones intrapsíquicas como interpsíquicas, es decir, por lo psicológico y por lo social. Por supuesto, las meditaciones de Uviedo estaban alimentadas por todos los grandes maestros del teatro y la filosofía: Artaud, Bataille, Becket, Marx, Hegel, Grotowski, Engels y cuantos más nos podamos imaginar. Se trataba de un teatro que intentaba subvertir no sólo el teatro, sino la vida, un arte que hacía brotar las entrañas de Dionisio, que cuestionaba todo y desafiaba todo, un teatro que quería matar al teatro y en su estruendoso aniquilamiento transfigurar lo social. Juan Carlos Uviedo buscaba con sus acciones no sólo aparecer en las notas culturales de la prensa sino en las policiacas. No es el primero en proponer la destrucción como acto estético y político, la escuela cínica griega desarrollaba acciones trasgresoras para cuestionar todos los valores de la sociedad, Diógenes por ejemplo, vivía en un tonel, se vestía como mujer en las fiestas, defecaba en público, todas estas acciones que nos recuerdan performances de arte contemporáneo, tenían por finalidad incomodar a la gente, derribar todas sus zonas de seguridad, sus presupuestos. Uviedo también buscaba esto con su teatro, en su pieza “Los esperapalomas” dejó un cuarto iluminado únicamente por algunas lámparas, en él soltó un grupo de palomas y estas en busca de la luz se refugiaron en los techos defecando después de unos minutos sobre los asistentes. Por supuesto, este tipo de acciones hicieron que las autoridades lo tuvieran en la mira y finalmente tuvo que salir de su país: Argentina, donde había regresado unos años después de haberse formado en Europa. Esta acción que realizó en el Instituto Di Tella durante la inauguración, ponía de relieve su malestar, lo retornaba a los patronos culturales, a esos hombres y mujeres elegantes que asisten a las galerías para coquetear con los artistas, para recordarles que el arte tiene un precio y ellos pueden pagarlo, me imagino sus rostros alisados por las cirugías sintiendo los desechos tibios de las palomas, obviamente Uviedo sabía que incomodaría a esta gente de vergonzosas fortunas y ese era exactamente su objetivo. En ese sentido, el cinismo estético de Juan Carlos Uviedo funcionaba como síntoma de un malestar social que buscaba purgar con sus acciones y obras.

En México no dejó de realizar un teatro subversivo, su pieza “Tú propiedad privada no es la mía” causó el desagrado suficiente como para que le dedicaran algunas notas en periódicos. En esta pieza la Casa del Lago   se vio invadida por actores que recitaban frases e interactuaban con el público: en el inicio de la obra mostraban los pulgares para hablar de cómo el trabajo nos convirtió en hombres, tomaban los pulgares del público también y los hacían moverlos, jugaban con los asistentes, los ponían a bailar. Uviedo hacía las veces de dictador, gritaba por el altavoz y latigaba. La obra estaba basada en el libro de Engels: “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, en la que se relata la historia del nacimiento de la propiedad privada como origen del capitalismo y la explotación, aunque claro, Uviedo no dudó en actualizarla para hacerla más ríspida. Si bien, para esta época Jodorowsky y su teatro pánico eran ya bien conocidos por el público, la obra no dejó de resultar incómoda, sobre todo en el clima represivo del post-68. La pieza no tenía marcados diálogos, nadie memorizaba su papel sino que lo exploraba en escena al ritmo de las provocaciones de Uviedo, la obra tampoco tenía un límite de tiempo, terminaba cuando tenía que terminar por el cansancio de los actores, cuando ya no quedaba público o cuando algún hecho marcaba el fin, “Tu propiedad privada no es la mía” llegó a durar más de tres horas por función. El grupo Ergónico, que aglutinó a los actores mexicanos que trabajaron con Uviedo, dio por resultado cuatro creadores que hoy en día continúan su trabajo en México: Sarah Minter (videoasta), Héctor de Anda (artista visual), Olivier Debroise (curador ya finado) y Mario Ficachi (director de teatro). Todos ellos trabajaron con Ergónico, desarrollando después una prolífica carrera propia, aunque mucho menos escandalosa que la de Uviedo.

La muestra de Juan Carlos Uviedo en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo articula parte de estas experiencias, sus orígenes en Argentina, su estancia en México y su arribo definitivo a Brasil. El material se ha conseguido sobretodo de los propios archivos de amigos y colaboradores de Uviedo y se trata de una exposición dichos archivos, por lo que debe visitarse con tiempo pues una parte importante de la muestra consiste en leer los escritos y reseñas sobre sus piezas.

La muestra del trabajo de este director es interesante por dos razones: la primera es que hace evidente la injusticia de la historia y la miopía de la cultura, tuvieron que pasar varios años para dedicarle una muestra como esta, aunque haya sido puesta en la planta baja del recinto. La siguiente es más sencilla, nos hace plantearnos la pregunta por el arte que se hace hoy en día, nos pone a reflexionar sobre lo que significa ser artista y sobre qué tipo de arte debería desarrollarse en un contexto como el nuestro. ¿Qué lugar queda para los cínicos y para la subversión en un mundo de consumo tardocapitalista y de postideología? ¿Cómo realizar obras de arte que nos pongan no en las notas culturales sino en la prensa policiaca? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para construirnos una subjetividad distinta y para modificar a la sociedad? ¿Aún podemos pedirle al arte este papel? Se trata de una muestra evocadora, una muestra que nos confronta con los posicionamientos estéticos y políticos de un artista que no temía incursionar en el terrorismo estético, aquellos que gustan del arte provocador encontraran en ella inspiración y hasta un par de ideas sobre cómo ensanchar los límites de sus prácticas pues Uviedo, sin duda, nos da varias lecciones sobre cómo dejar de tener miedo al poder, sobre la necesidad de hacer un arte incómodamente provocador.

La muestra se encuentra abierta desde el 21 de febrero de 2015 y se podrá visitar hasta el 02 de Agosto del presente año.

 Yunuen Díaz. Marzo 2015