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11/09/2013Gustavo Artigas, El juego simulado: límite entre riesgo y desastre. Texto de Ariadna Ramonetti
“Cuanto mayor es el número
de juegos que se practican,
más ocasiones hay de ser célebre”[1].
Proverbio irlandés (Ca. 600 D.C)
El riesgo es algo inminente que, al limitar nuestros actos, origina un juego cíclico donde elección y rechazo se alternan para dejarnos expuestos ante lo desconocido, generando así, una sensación de peligro al momento de presenciar una situación extrema. Aunque ésta sea real o simulada, nuestra capacidad electiva se verá alterada por el desafío a la observación, filtro que fija los parámetros lógicos de lo aprehensible para condicionar nuestra mirada ante un suceso que implica el extrañamiento de los sentidos.
Los límites del riesgo están dados por la relación entre peligro y desastre; premisas que nos acercan al trabajo de Gustavo Artigas (México DF, 1970), quien busca implantar imágenes sugerentes a partir de espectacularizar lo terrible, alterando así, la relaciones entre la experiencia estética y sus estrategias de audiencia.
A lo largo de su trayectoria, Artigas ha desarrollado un lenguaje basado en el juego, entendido como ficción de lo real que muestra las consecuencias del riesgo y desafía a la mirada; para convertirla en un canal de mera aprehensión sensitiva; el cual está condicionado por los parámetros de la simulación ya que genera una respuesta desconcertante ante un hecho preconcebido.
El contenido de su obra está fundado en la creación de simulacros públicos que sometan al espectador a modificar sus patrones conductuales, involucrándolo en acciones que alteren su capacidad de asombro ante un acontecimiento inusual, en donde el artista otorga un nuevo sentido al riesgo, haciendo hincapié en su cualidad de inevitable pero sin limitarse ante sus posibilidades, como ocurriría en una situación real.
“Lo prohibido da a la acción prohibida un sentido del que antes carecía. Lo prohibido incita a la transgresión, sin la cual la acción carecería de esa atracción maligna que seduce […]”[2] Es así que los “juegos” planteados por Artigas, se convierten en un reto a la observación, en una parodia del dolor que no termina por seducirnos porque en el fondo, sabemos que estamos subordinados al desarrollo de un acto extremo que arrebatará violentamente nuestros sentidos. Lo que realmente atrapa es que dichos juegos son contextualizados en el terreno de lo prohibido. Un museo, una sala de conferencias o un recinto histórico, son sitios que el artista transgrede para convertirlos en centro de espectáculos simulados, revirtiendo así, la solemnidad con la que nos religamos a dichos espacios.
Trabajar con dicotomías que lleven a transiciones extremas entre estado
opuestos, es característico de Artigas. De un estado pasivo se llega a otro activo para hacer hincapié en la fatalidad de lo inminente, la cual implica la vulnerabilidad de lo corpóreo, encapsulada en “documentos dinámicos”[3] que sirven de registro para las situaciones de carácter psicosocial que el artista desarrolla en sus espectáculos públicos, los cuales incluyen a diversos actantes expuestos al peligro. Éstos ejecutan acciones que condicionan la mirada del espectador al traducirse en imágenes cuya lectura puede ser solamente estética.
En el video Spontaneous Human Combustion (2002), observamos a un hombre envuelto en llamas durante una conferencia sobre arte contemporáneo. Con esta acción “espontánea”, el artista consigue generar una imagen estética, ya que, a través de espectacularizar lo terrible, sublima el contenido trágico de dicho evento “[reivindicando] la simulación como técnica, una simulación que [juega] con referentes tanto reales como ficticios, [reemplazando] la realidad por la hiperrealidad […]”[4].
Spontaneous Human Combustion es reflejo de lo inminente: aprehende nuestro morbo para condenarnos a la asimilación efectista de un arrebato violento, de un hecho que estimulará nuestros sentidos ante una situación de riesgo, la cual es para Artigas un juego, cuyas reglas están dadas por el peligro y el desastre; elementos de los que se sirve para apropiarse de la causalidad, convirtiéndola en consecuencia de la simulación y en estrategia de audiencia, delimitando desde el terreno artístico, la intencionalidad misma del juego.
Imágenes: SPONTANEOUS HUMAN COMBUSTION | Video intervención para inauguración | San Diego Museum of Art | San Diego, California | 2002 | Cortesía: Gustavo Artigas
Autor: Ariadna Ramonetti, México D.F. 2005, texto inédito con motivo de la exposición “México 70” en Casa del Lago.
[1] Jean Chevalier, et. al, Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 1999, p. 611.
[2] George Bataille, Las Lágrimas de Eros, Tusquets, Barcelona, 2002, p. 87.
[3] Anna María Guasch, El arte último del siglo XX, Alianza Forma, Madrid, 2000, p.94
[4] Ibidem., p. 384