O TIMELINE #1 – Festival Internacional de Vídeo de Belo Horizonte
21/11/2015LA CENICIENTA PERDIDA. UN TEXTO DE JUANJO SANTOS SOBRE LA CULTURA EN TIEMPOS DE CRISIS
23/11/2015SIN TÍTULO. UN TEXTO DE FUTURO MONCADA SOBRE LA VIOLENCIA EN MONTERREY
Pausa
Eres contador, transportista, eres padre/madre de seis hijos, te dedicas al hogar, tienes un terreno sin barda y con casa de campo en un municipio (Cadereyta Jiménez) a cuarenta minutos de Monterrey, vas cada fin de semana con tu familia, pasas las vacaciones regularmente en ese lugar desde hace diez años, lo compraste cuando estaba en construcción y lo fuiste arreglando poco a poco. Es sábado, vas con tu esposa/esposo, tus hijos tienen cosas que hacer en la ciudad, te esperan de regreso el lunes.
Una camioneta con los faros encendidos -es de noche-, intentas regresar, te encañonan con armas largas “Somos ministeriales ¿Quién eres? Dinos la verdad o te va peor” “Soy el dueño del terreno” “A ti te estábamos esperando, tenemos pruebas de que vendes drogas” “¿Qué quieren?” “Queremos dinero” “Quédense con todo, ahí tienen esos cinco camiones, son de mi propiedad, quédense con la casa, aquí tienen mi billetera”
Tres días de secuestro y medio vaso de agua, vendados en un camastro. Los “ministeriales” reparten despensas entre la gente para que nadie diga nada. Tus hijos se comunican por teléfono, sin respuesta, esperan a que regreses, no llegas. Tu hija mayor y su novio desde hace siete años (se van a casar en unos meses) van con tu empleado a buscarte.
“Ustedes ya están viejos, no nos sirven para nada” “Qué podemos hacer, estamos en sus manos” Tu respuesta les molesta, te golpean hasta que el jefe de la banda los detiene, te suben en la cajuela de una camioneta. “Llevamos a dos cabritos ¿hay vía libre? Cambio” “Sí, todo tranquilo. Cambio”.
Las camionetas aceleran de repente, escuchas muchos disparos y luego voces, abren la cajuela, te quitan la venda, ves a un par de hombres muertos a un lado del camino, te interrogan dos uniformados de la marina. “Déjenme hacer una llamada, mis hijos están en peligro” “Quédese quieto, usted es sospechoso” “¿No me ve esposado? Déjenme hacer una llamada” “No puede, tiene que rendir declaración”.
Tu hija, su novio y el trabajador son secuestrados por los hombres y mujeres que se quedaron en tu terreno. Otro de tus hijos -el que vive en Puebla- llega a la ciudad y empieza una negociación con los secuestradores. Le piden ochenta mil pesos y los papeles de los camiones. Tu hijo va solo, no quiere arriesgarte, lo citan en Guadalupe, pero le cambian la cita más adelante por la carretera y se la vuelven a cambiar varias veces hasta que pierdes contacto con él.
Las autoridades te dicen que no puedes volver a tu casa en la ciudad, ni tu ni tus otros cuatro hijos, los “malitos” pueden tomar represalias. Te mudas con tu familia a dos casas de Infonavit que estaba pagando tu hija (ahora desaparecida). Vives dos años ahí. Los bancos dicen que las cuotas no han sido pagadas y que van a tomar posesión de las viviendas, alegas que tu hija está desaparecida, dices que tú vas a continuar pagando las cuotas, te responden con abogados que no eres el titular, que si eres el padre debes pagar la totalidad de la deuda, dices que no tienes el dinero para hacerlo. Esperas por la ley de declaración de ausencia, según la cual los desaparecidos no pueden ser tratados -en términos jurídicos- de la misma manera que un ciudadano en pleno ejercicio de su libertad.
Rindes declaración muchas veces, los detenidos, los sospechosos, los testigos rinden declaración, el expediente tiene mil quinientas páginas. Vuelves a la finca con el papá de tu futuro yerno (desaparecido) con la esposa de tu trabajador (también desaparecido). Vas por el monte a lugares donde han encontrado tierra removida, te enteras que existe el geo-radar y que sirve para detectar fosas comunes o restos humanos. Tienes jornadas en el monte con marinos que trabajan diezyseis horas seguidas y comen cualquier cosa en el seven eleven mientras ponen combustible a las camionetas. Haces videos de las búsquedas con tu celular, haces videos de las manifestaciones donde hay muchas personas como tú, que dejaron de guardar silencio y empezaron a buscar a sus familiares.
Tus cinco camiones fueron confiscados por las autoridades. Son desvalijados gradualmente en los corralones.
Duermes poco, parte de tu tiempo transcurre en los juzgados, en la procuraduría, en la oficina de derechos humanos, de nuevo en los juzgados, en tu cuarto, callado. Tus hijos se han vuelto más introspectivos. Hiciste dos altares, uno en las casas unidas de tu hija y su novio, y otro en tu propia casa. Un día soñaste con tu hijo mayor (desaparecido), te dice que pidas por ellos en cierta iglesia. Vas dos veces por semana a rezar el rosario.
Tienes miedo, impotencia. De los 15 detenidos por la investigación –todos te vieron a los ojos y negaron su implicación en los hechos-, 10 fueron hallados con ayuda de la marina, pero aunque tenías direcciones, teléfonos, nombres, debiste esperar meses porque no había ni personal, ni recursos disponibles para estos menesteres. Los 15 detenidos no se declaran culpables y tampoco dicen en dónde están tus desaparecidos, de modo que están a punto de recibir juicio por secuestro o robo, y no por desaparición o asesinato.
Mic
Felipe Calderón le declaró la guerra al crimen organizado en 2006. A la fecha hay más de 25.000 desaparecidos y más de 100.000 asesinados en México -según las cifras oficiales-.
“Rodrigo Medina -gobernador saliente de Nuevo León- dijo que si nuestros hijos están desaparecidos será porque deben algo, luego lo negó, dijo que los medios tergiversan todo, pero tenemos el testimonio grabado”.
“Las fuerzas del orden nos dicen que tuvimos mala suerte, que estuvimos en el lugar y en el momento equivocados, nos dicen que ya no busquemos más“.
“Mi corazón me dice que están vivos, nosotros somos viejos, pero ellos están llenos de vida, son profesionistas, saben ganarse a las personas, siempre pensamos que en cualquier momento van a regresar”
Play
Eres un artista, vives en México o en Chile, crees que el arte debe hablar de lo que sucede, piensas que el arte puede cambiar algo, al menos lenta, gradualmente.
Conoces a Virginia, David y Juan, te sorprende que tengan cinco años sin sus hijos, se te hace increíble que hayan sido violentados por los delincuentes, por las fuerzas armadas del Estado, por las leyes, por los gobernantes, por los banqueros, y que a pesar de todo no hablen con ira y no hayan apelado a la violencia para hacer justicia, te impresiona que hayan seguido adelante con su vida a pesar de todo y que reclamen el regreso de sus familiares desaparecidos, a pesar de que incluso sus propios amigos y familiares traten de disuadirlos.
No sabías que hubo desaparecidos en Tlatelolco (1968) y que estuvieron detenidos en batallones para presos políticos, y que envejecieron más de 30 años antes de escapar o ser liberados. No sabías que las personas que reclaman en la calle por la desaparición de sus familiares pueden ser detenidas. No habías tenido la oportunidad de escuchar un solo caso de desaparición por boca de sus propios familiares.
Arte político, arte social, arte reivindicatorio, la izquierda, la derecha, la violencia de Estado, la violencia social, la falta de oportunidades, la guerra contra el crimen organizado y desorganizado, la verdad oculta, todo esto te da vueltas en la cabeza muchas veces. Cómo decirle esto a la gente, cómo hacer que lo entiendan, cómo entenderlo tú mismo, cómo registrarlo/traducirlo/plantearlo en el campo del arte, el a veces aséptico e intrascendente –indolente- campo del arte, apenas preparado para los espacios culturales donde sueles verte con conocidos y te pones al día, o donde el público va a presenciar cosas importantes, cultas.
Te preocupa en términos éticos tergiversar/utilizar la historia de estas personas, su dolor; te inquietan las formas, las estéticas panfletarias, los discursos desprestigiados de cualquier corriente política en el arte, sientes temor ante el Estado represor. Te preocupa ser demasiado obvio, al punto de hartar al espectador/especialista/ciudadano común que trabaja para vivir sus días. Piensas en la posibilidad de que el tema que tratas sea parte del paisaje, que con solo enunciarlo produzcas un efecto contrario al que esperas, el de la normalización de los hechos, el del fastidio, la indiferencia, la repulsión, tal como sucede con una persona cuerda cuando ve/escucha las noticias de los canales pagados por el Estado. Piensas en los cánones del arte internacional, en los autores referenciales: Teresa Margolles y la violencia generada por el narcotráfico, Santiago Sierra y la violencia generada por el sistema económico, Antonio Caro y la violencia contra las culturas raizales, Alfredo Jaar y la violencia genocida de una cultura contra otra –como consecuencia de las acciones de otra cultura-, etcétera, etcétera. Piensas en Omar García, el joven sobreviviente de Ayotzinapa -el caso que hizo despertar a México-, piensas en las migraciones, en el petróleo, en el dinero, en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz.
El arte no cambia nada. Esa idea te seduce –te inhibe- y quieres contradecirla. En el fondo no crees en ella, pero debes demostrarlo.
Te preocupa la interpretación abusiva de ciertas piezas, que sacan partido de los hechos y de las víctimas, a las que no les deja algo a cambio, me refiero a algo como dignidad, confortación, liberación… algo.
Dejar algo a cambio puede ser una manera, hacer que otras personas se enteren, iniciar una conversación, reflexión, dejar una honda duda, esa puede ser otra manera, pero nada de esto basta –piensas-, ante la desaparición de un ser querido nada basta. Piensas en las palabras que alguna vez escuchaste de un sociólogo: “La desaparición es peor que la muerte porque no hay un cuerpo que pueda ser llorado y enterrado, solo inquietud, memoria reconcentrada, solo una suspensión, una espera que no termina.
Virginia, David y Juan se han convertido en líderes sociales por lo que les pasó a sus hijos -en todo el país hay personas como ellos-, admiran a los padres de los 43 porque dejaron su vida para pedir el regreso de sus hijos y salieron a las calles, se unieron, exigieron la responsabilidad innegable del Estado, disputaron la ley general de víctimas, la reparación legal de los hechos.
Pensaste que se podía hacer una pieza con las imágenes de Yoselin, Ángel y David, los tres jóvenes que viste hasta el cansancio en las fotografías familiares, pero eso te pareció insuficiente. Es difícil entender ese dolor si las víctimas no son las tuyas –no quieres que sean-.
Tienes en mente el arte poderoso de Doris Salcedo y Óscar Muñoz, piensas en las aproximaciones de Fernando Brito, Juan Manuel Echavarría, piensas además en el proceso de paz en Colombia, recuerdas la frase “no hay paz sin justicia, ni hay justicia sin memoria”, te vienen a la cabeza estas palabras: perdón, reparación, memoria. Al cabo te sientes pesimista, el polvo se lo traga todo.
Has visto sin parar la victimización de las víctimas, su exposición casi pornográfica, y también has visto la manera como estas personas son convertidas en estadísticas. México ya no es el destino turístico, pero México es el lugar de la inversión extranjera ¡extraño!. Piensas en simbolizar desde la globalidad, desde los números, trabajar con mapas mentales, infografías, eso puede darle un carácter internacional a la pieza. Puede ser, pero no estás seguro porque eso puede conducir a un resultado frío, abstracto. Se te cruza por la mente el tema de la responsabilidad social del arte, las piezas de Lozano Hemmer (“Nivel de confianza”) y Edith López Ovalle (“Declaración sobre la protección a todas las personas contra la desaparición forzada”), recuerdas las cometas de Francisco Toledo con los rostros de los 43. Te sorprenden –admiras- esos gestos mentales.
Rec
Un documental, eso piensa tu amigo chileno. Su hija murió ahogada cuando tenía 14 años. Desde entonces él ha conmemorado cada año su muerte, desde entonces es una persona distinta. Hizo un documental sobre un músico que fue desaparecido durante la dictadura de Pinochet.
Después del shock, viene el trauma, después la conciencia, la simbolización.
¿Es posible olvidar?
Un documental que tenga la capacidad de universalizar un solo caso de desaparición abordado a profundidad, y que pueda –a su manera- esbozar un panorama social de este país -México-. No una sumatoria de casos, no una mirada periodística, no una estetización del drama.
Lo acompaño. Pienso en tomas simbólicas, en imágenes sobre las cuales corre la voz en off de los padres. Rodrigo piensa en fotos fijas que marcan un contrapunto de la imagen en movimiento. Es fotógrafo hijo de fotógrafo, obsesivo.
En la noche caigo como una piedra –literal-.
Estaba soñando con un amigo que no veía hace mucho tiempo, un amigo colombiano que está por estrenar un documental sobre uno de los capos del Cartel de Cali. Veo la secuencia del lugar donde vivía este hombre cuando estaba en prisión, puedo sentir un destello de verdad que me aterra.
Es la una y media de la mañana y no puedo dormir, me levanto al baño y tengo la sensación de que mi hijo no está durmiendo en su cama. Compruebo que sí está.
(Ibídem)
Mi amigo chileno expone su proyecto “Memento Mori” en la Sala Polivalente de la Facultad de Artes Visuales. Las fotografías son un comentario a la muerte o un acto de memoria –es lo mismo-. En estas imágenes aparecen personas que han tenido una experiencia cercana con la muerte, posan acostados como si estuvieran en su féretro, cubiertos con las fotografías que ellos mismos eligieron.
Bonus Track
La enseñanza que dejan las drogas -y su prohibición- es que toda ética es frágil ante el dinero, aunque provenga de un negocio que enfrenta a muerte a sus competidores y, que además mina la confianza y genera el miedo en la sociedad.
Es difícil entender la violencia si no ocurre en contra de ti o de los tuyos (no quieres que eso suceda).