Proyecto SINESTESIA OLFATIVA: Últimos días. Museo del Perfume, CDMX
28/02/2020El Gran Sur, Museo Internacional del Barroco. Puebla Mx.
17/03/2020MORAR de Adrián Guerrero. Museo De Arte Contemporáneo De San Luis Potosí
Morar
Sólo podemos vivir en lo entreabierto, exactamente en la
hermética línea divisoria de la sombra y la luz.
René Char
Toda palabra tiene un fondo. Para llegar a él, hay que navegarla: sortear sus cauces y penetrar en sus honduras. La palabra está hecha de tiempo y de espacio. Por eso es posible andar a través suyo —un a través del espacio: yendo a su centro; y un a través del tiempo: yendo a su origen—.
El descenso a los ínferos de la palabra, a sus vísceras secretas, se hace buceando dentro de ella hasta encontrar su sentido primigenio. Llegar ahí, a su vientre, produce pasmo: porque no se sabe si fue la palabra la que engendró la realidad, o si fue de la realidad de donde brotó la palabra. En cualquier caso, se trata de un alumbramiento y, como en todo nacer, convergen en ese punto tres elementos: la furia de vivir, el dolor y el gozo.
¿Qué necesidad imperiosa sintió la primera mujer que pronunció la palabra morar? ¿Qué fue lo que vieron sus ojos o lo que se rompió en su cuerpo para decirla?
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El bello vocablo moris —voz latina de la cual el castellano tomó tanto morar, como moral— es una herencia del griego ethos —que primero significó guarida o refugio, y luego carácter—. Y si nuestros antepasados dijeron MORAR o dijeron CASA, fue porque no la tenían, fue porque la necesitaban. La palabra nació de la ausencia. Nació del silencio.
Esos primeros animales-del-lenguaje, al venir al mundo, soportaron en su vida una oscura contradicción —la misma que vamos cargando nosotros—: por un lado, se sintieron como absorbidos, disueltos en el piélago del ser; pero también, por el otro, sintieron la ruptura, la grieta, la intemperie y el destierro. Y es que la peculiar belleza de la condición humana es esa: la de estar irremediablemente pegados al mundo —impregnados, ebrios de realidad—, pero padeciendo también una doble laceración: respecto del mundo —siendo el animal que no encaja— y respecto de sí mismo.
El MORAR humano es un disolverse sin dejar de ser.
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La obra de Adrián Guerrero lleva años rozando los límites del lenguaje, explorando los hilvanes entre cuerpo, mundo, espacio y tiempo. En esta ocasión se yergue justo en el borde del disolverse: ahí donde la grieta y la ebriedad se pulsan. No sólo zarpa hacia dentro de la palabra para encontrar el punto en que lenguaje y realidad se tocan, sino que se detiene en la orilla del pasmo para contemplar el abismo con calma.
Las piezas que componen la exposición morar reconocen tanto la laceración como el enlace; están suspendidas en el estado naciente. En el acero y en el acrílico los cubos están penetrados, tan unidos unos a otros que lo que salta es la frontera, la hendidura. Así también, las palabras cuerpo y mundo están fundidas —con-fundidas— y la palabra adherir está precisamente así, herida. Herida de tiempo, se puede decir, porque el guion funge como puente —que separa y une a la vez—. Un puente que es la casa, la morada humana.
Bernardo García, febrero de 2020
Inauguración: 13 de marzo, 2020
20:00 hrs.
Entrada libre.
Permanencia hasta 28 de junio, 2020
Museo De Arte Contemporáneo De San Luis Potosí
Calle Morelos 235, Centro Histórico,
San Luis Potosí, SLP. México.
http://macsanluispotosi.com/
Adrián Guerrero
http://adrianguerrero.com/
https://www.instagram.com/adrianguerrero/
https://twitter.com/adrianguerrero