«ESTADOS CORPÓREOS», DE JACOBO ALONSO, 2015.
01/03/2016Entijuanarte 2016 festival cultural
05/03/2016DISCURSO OCULTO Y TRAVESTISMO CLICHÉ. POR ANGIE SAIZ
Primero: El mercado sabe, nosotros no
1986, plena dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile. Cambio mi residencia a la ciudad de Antofagasta, al norte del país. Mis padres, ambos de derecha y simpatizantes del gobierno opresor divagaban entre las apariencias públicas y la ignorancia a la que sin duda todo régimen fascista somete a su pueblo, y sobre todo, a quienes espera le sigan. En esa ciudad de balazos dormidos y aire marino de silencio tenso había dos tipos de habitantes; quienes apoyaban el gobierno genocida trabajando para él desde el ejército y sus instituciones como mis padres, y quienes quedaban fuera del engaño y se oponían como yo, aún a mis cortos 8 años. Los primeros eran atiborrados de regalías varias, cenas glamurosas, cargos de poder, seguridad confidencial y un conjunto de discursos públicos bajo las apariencias que cuidar; los otros, callados, perseguidos, asesinados o exiliados ante la impotencia de ver como se vendía a sangre el país que hoy es el resultado del diseño y construcción de una colonia neoliberal.
1973, Golpe de Estado en Chile. Se implanta el sistema neoliberal con una fuerza tan brutal como su desarrollo apoyado en democracia, donde la privatización llego a cada rincón de necesidad, manteniendo una dictadura económica que se permea en todas las dimensiones posibles, hasta acabar con la identidad que no se condecía con el modelo de consumo impuesto. Así, transporte público, educación y salud se volvieron privados ampliando exponencialmente la brecha social que diferencia la calidad de vida de los chilenos, logrando cambiar la cultura nacional por la neoliberal, convirtiendo el estilo de vida en uno foráneo, donde el encuentro cotidiano con un signo identitario es un milagro. Como señalara el creador y defensor del sistema neoliberal Milton Friedman, “el mercado sabe”, yo agregaría, “nosotros no”.
Imponer a un país por la fuerza un sistema económico es imponer mucho más que medidas de control monetarias o programas de gasto público, es ponerle el pie encima a todo un ecosistema cultural que desarrolla identidad, y que en el caso de Chile fue incapaz de oponer resistencia.
El neoliberalismo chileno pareciera difícil de analizar frente al mexicano, pero no está demás observar como Chile pequeño y alejado ha sido convertido en un estado neo-colonial contemporáneo a merced del mercado norteamericano y sus antojos; versus un país limítrofe como México sostiene una serie de fenómenos sociales y culturales que resisten fuertes a pesar de todo. Resulta necesario entender no solo este contexto político-social, sino también la realidad subjetiva y el estado de limbo en que viven los sometidos a la máquina de moler carne que el capitalismo impone, no solo económica sino cultural e inconscientemente.
Segundo: Percepción y realidad
Dentro de esta exacerbada expresión de libertad económica y neolibertad intelectual, lo único libre es justamente el mercado. Los demás, al parecer, vivimos bajo un velo inconsciente o de ensoñación donde los sistemas de evasión social imperan, sostenidos por las plataformas que ese mismo sistema económico ha creado. A través de las nuevas tecnologías, se modela una sensibilidad cultural distinta, que interviene directamente en la percepción de una realidad sin correlato con la experiencia de vida misma; una economía virtual, una comunicación virtual, una realidad virtual. La evasión mediática versus la realidad omitida, una lucha de ring invisible donde se esconde el desarrollo de un espacio de miedo, de censura y mareo, que siembra el trauma de las consecuencias que inevitablemente sucederán. El trauma y la estética travestida que lo soporta.
Este estado de capitalismo duro que imperialista y violentamente se impone, utiliza un conjunto de estrategias -ya de forma automática- para mantener en alto su funcionamiento. Las polaridades económicas de los mercados locales, el bombardeo informativo que por un lado alimenta la paranoia y por otro esconde la verdad, y la ametralladora publicitaria virtual, crean un comportamiento hiper-consumista restringido a un grupo de poder adquisitivo cada vez más escaso dentro de la población, pero al que todos creen necesitar llegar. Así, la urgencia de romper las fronteras que dividen a los que “si pueden”, y a los que “no pueden” llegar a ese estatus, se potencia, mientras ese muro divisorio se hace cada vez más grueso. Un hiper-consumo insaciable, siempre frustrante, impulsando permanentemente la búsqueda de un nuevo consumo para satisfacer esa frustración.
Entre México y Estados Unidos el paisaje resulta dividido políticamente en su línea fronteriza; geográficamente por el muro que los separa, y que se ansía romper pensando en este ideal; pero también, dividido culturalmente, donde los valores mercantiles y sociales varían e incluso mutan opuestamente, con sólo tener un pie al otro lado. ¿Cuánto vale un mexicano en gringolandia y cuánto vale aquí? ¿Cuánto cambia ese valor al cruzar ese muro? ¿De qué valor hablamos?
Una desproporción de realidad y, por tanto, una percepción ambigua y disfrazada de los verdaderos valores de todo, evolucionando ya descontrolada al interior del inconsciente colectivo. Como expone la escritora y performista mexicana Sayak Valencia (1), en lo cotidiano, esta ambigüedad valórica potencia la necesidad de darle un precio no solo a las cosas posibles de mercatilizar, sino a todo lo existente, convirtiendo a las personas en productos de interés emocional por lo bajo y hasta monetarios en su extremo; “la muerte es uno de los negocios más rentables en estos días”. Todo es capitalizable, una demanda y exigencia importada desde las potencias económicas y de distribución global, por los hoy tan diversos medios de comunicación. Este poder ejercido por unos pocos, tiene sus propias formas de manifestación formal para mediatizar y dramatizar su posición: ceremonias y eventos de premiación, alfombras rojas literales e imaginadas, fiestas glamurosas con champagne, night clubs privados, inauguraciones de arte top, vacaciones all inclusive, shopping days, noches for sale, auto-felicitaciones vía redes sociales, coronaciones e incluso celebraciones fúnebres. En ellas, finalmente, ocultan un discurso. Mediatizándose y volviéndose espectáculo terminan permeando bajo esa lógica cualquier cultura dominada, convirtiendo violentamente todo en un travestismo absurdo, una máscara llena de clichés y recurrentes postales que no son más que la copia de la copia de la copia de “algo”.
A pesar de lo claro que se ve el panorama, al mismo tiempo todo esto es relativo, pues este poder es capaz de hacer que el comportamiento de la mayoría responda a las necesidades de crecimiento de una minoría. Absurdamente, puede hacer que sepamos todo esto y al segundo después ansiemos una Coca-cola, ser famosos, una botella de whisky o la puesta de sol de un resort en la playa. Este poder es capaz de manipular el comportamiento de la necesidad humana a tal nivel, que nuestras convicciones terminan a merced de nuestros deseos, en una cadena de des-valores perfecta. Existe una suerte de contaminación cruzada entre lo que se sueña o anhela como ideal de superación versus la realidad que se puede llegar a alcanzar -o peor aún, la que se cree es en definitiva esa realidad que se promete- y que, la verdad, no es más que una sarta de travestismos contaminadores de la esencia social que todo pueblo únicamente es. Sin duda el mayor poder por sobre el del estado y el eclesiástico es el de los medios, la publicidad y la realidad de ensueño que difunde y anhelamos es el primer poder hoy.
Como con una comida chatarra que se sabe no nutritiva pero que no puede rechazarse por placentera, el componente de manipulación resulta escalofriante, pues esta distorsión de realidad es creada bajo un sistema que funciona con el miedo como gasolina. Mil mensajes son lanzados para propagar desde el miedo a no ser suficientemente atractivo para el cargo pretendido, hasta el miedo a caminar en horarios nocturnos, lugares peligrosos, a ir, a ver, a hablar y a expresarse de toda forma por temor a poner en riesgo la propia vida o la de otros. Es un sistema que seda a quienes somete como consumidores por medio de estéticas falseadas, escondiendo el mensaje amenazante siempre, actuando como terrorista.
Tercero: El poder del discurso oculto
«A los grupos que carecen de poder les interesa, mientras no recurren a una verdadera rebelión, conspirar para reforzar las apariencias hegemónicas. Cuanto más amenazante sea el poder, más gruesa será la máscara.» (2)
Un terrorismo ejercido por el poder del estado y el de sus diversos grupos económicos asociados, actúa similar al comportamiento social post-catástrofe, al saqueo y delincuencia por daños estructurales en terremotos y situaciones de fragilidad, en el enfrentamiento de una crisis económica vuelta narco-estado y colusión empresarial, en la solución de la devaluación monetaria con la explosión de facilidades en líneas de crédito y negocios inmobiliarios de baja calidad, o en la transformación de tomas de terreno en condominios privados de lujo.
Una serie de fenómenos de disuasión medial, institucionales e internacionales influyen en el travestismo cultural y las estéticas falseadas de los grupos de poder, pero así también entre quienes resultan dominados son múltiples las manifestaciones de resistencia. A menudo inadvertido, se desarrolla un estado de resistencia al violento mercado neoliberal, una resistencia ante el miedo que profana la poética del exceso, un barroco exuberante necesario para tapar y esconder esa resistencia, posiblemente, sin lograrlo.
Entre otras muchas aristas para analizar, esto sucede porque este sistema va en contra de la verdadera realidad, donde las cosas no son solo cosas (cosas, hechos, personas, etc.) sino que las cosas significan algo, tienen un mensaje, una historia, una carga simbólica muchas veces abrumadora en su esencia detrás. El sistema en el que vivimos trabajando, divirtiéndonos, desarrollando nuestros sueños, castigándonos, abandonándonos, erotizándonos, endeudándonos, drogándonos, esclavizándonos, embelleciéndonos, etc., impone un mecanismo donde las cosas son productos que simplemente se compran por al afán de consumo de algo que realmente no significa nada, o que puede significar algo pero que termina siendo efímero, inmediato, desechable o acumulado, no entregando ningún valor agregado que aporte y sea consistente en el tiempo. En su génesis y mecanismo, no es que este sistema elija “cosas” sin significado para su transacción, sino que extrae de ellas sus elementos narrativos, históricos, legendarios, emocionales y hasta espirituales, para ser utilizadas como objeto de interés personal, producto de grandes tiendas o mercancía de crimen organizado. En grande, siempre.
El miedo es capaz de vivir escondido en las necesidades de una calidad de vida mejor y movilidad social, imperantes bajo los conceptos de éxito capitalista, siendo al mismo tiempo una estrategia de supervivencia y motor de acción. Es allí, en la fisura de ese miedo -y el trauma de como se ha resistido- por donde el poder intenta infiltrarse en cada forma de manifestación cultural insurgente, llevando por ejemplo la cocaína al valor de producto-estatus-autoayuda en el ensanchamiento del ego, o a la artesanía a simple souvenir por la necesidad de capitalización superflua de todo bajo el consumo del turismo. La resistencia existe, está presente en pequeños indicios dentro de la cadena impuesta por medio del lenguaje y lo que se expresa, esa disidencia vive en la convicción de que el miedo al poder es de alguna forma menor al miedo a perder el propio poder; ese motor que con discursos ocultos critica a un sistema de masas que omite las tradiciones y cultura identitaria constructoras del pertenecer. Fiestas tradicionales, lengua indígena, carnavales, gastronomía prehispánica, costumbres locales, oficios no mercantilizados, sistemas de economía comunitaria, una eterna lista de resistencia.
Este discurso más que oculto, está disfrazado en metáforas con doble significado donde el arte en su amplia expresión cultural es protagonista. Una infinita cantidad de expresiones de identidad propia convergen en una suerte de infra-política de expresión importante de advertir, más allá de la amalgama y cliché del sistema en la sublevación y rebelión organizada, es importante ampliar la reflexión de la vida política tiranizada hacia muchos otros espacios de resistencia artística y cultural. El activismo no solo es claro, expresivo y manifiesto en las prácticas panfletarias, en las protestas diseñadas y las aglomeraciones marchantes, sino también en una serie de expresiones y proyectos creativos que acompañan todo proceso de cambio y búsqueda; en lo que se podría llamar, una necesidad de revolución cultural contra-imperialista.
Ante este estado de cosas, garabateadas, planteadas, divagadas, analizadas y especuladas en estas ideas: preguntas. ¿Cómo es posible realizar arte y cultura soslayando el propio contexto? ¿Qué papel juega la institución y sus diferentes actores dentro de él? ¿Qué valoración mutua hay realmente entre ellos versus lo foráneo? ¿Qué y cómo se exigirá que esa necesidad sea tomada en cuenta? ¿De qué forma convertir la crisis en una oportunidad, no de cambio, sino de reconocimiento y revaloración de los fenómenos estéticos, culturales y artísticos de esa resistencia?
“La incapacidad del neoliberalismo para generar pertenencia, colectividad y un sentido creíble de futuro produce, entre otras cosas, enormes crisis de existencia y de significados, que están siendo vividas por los no consumistas y los consumistas del mundo en formas que la ideología neoliberal no puede predecir ni controlar”. (3)
- Leí a Sayak Valencia y su libro Capitalismo Gore dentro de la bibliografía de investigación en la biblioteca particular de la antropóloga Danna Levín, durante mi estadía en la sede Puerto Mitla (Ciudad de México) de R.A.T. Residencias Artísticas por Intercambio y el desarrollo del proyecto MUTE.
- James C. Scott (Los dominados y el arte de la resistencia, 1990)
- Mary Louise Pratt (Conferencia Tercer Encuentro de Performance y Política, Universidad Católica, Lima, Perú, 2002)
Angie Saiz: (Santiago, Chile 1977) Artista visual con producción de obra en pintura, fotografía, intervención pública, videoinstalación y arte sonoro. Su trabajo desarrolla problemáticas visuales a partir del imaginario biográfico y la identificación del espectador con lo que ha llamado una posible estética del trauma, además del cruce y crisis entre las nuevas tecnologías y los conceptos de tiempo, limbo y ruina. Ha expuesto en importantes espacios dentro de su país, como el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Artes Visuales MAVI y Galería Metropolitana. También ha participado en muestras internacionales en espacios como YAKU Museo del Agua en Quito, Galería Marta Traba de Sao Paulo y Human Resources Gallery en Los Ángeles C.A. en Estados Unidos. Además, es curadora, directora y productora de proyectos en artes visuales y realiza labor editorial en publicaciones afines. Actualmente realiza proyectos expositivos, de residencia y gestión dentro y fuera de Chile.
El texto Discurso oculto y travestismo cliché fue escrito para la conferencia del 27 de febrero de 2016 dada en el 1° Encuentro de Comunidad y Cultura de La Montaña en Tlapa, Guerrero. México, y publicado unos días después con motivo de las reacciones por redes sociales virtuales ante el primer premio Oscar obtenido por una producción chilena con el cortometraje “Historia de un oso” (productora Punkrobot)