El desnudo está vestido: vestido con su pose (las manos detrás de la cabeza levantan los senos, la barriga se aplana cuando uno está echado), con el encuadre, con el tratamiento en la pintura y el filtro o el Photoshop en la fotografía. El desnudo no es la ausencia de ropa, es el cuerpo convertido en parafernalia que se ofrece a la vista. El desnudo moderno es, sobre todo, femenino: inerme, cerrado sobre sí mismo, indiferente y sólo accesible a la vista, la mujer es una máquina, una rampa, un señuelo. Eso dicen del matrimonio: “ella lo atrapó”.

En 1856 la mirada de una prostituta escandalizó a Paris.  Ella, Olimpia, que ya no era ni la Maja de Velázquez, ni  la Venus de Urbino de Tiziano declaró que sabía que estaba siendo mirada y, para colmo, que era de este mundo y no de otro donde, como Diosa o ninfa, tenía autorizado mostrarse sin pudor: a los ojos de ese tiempo era pornografía y no “erotismo”.

Juillet 1976 (Julio, 1976) es una serie de fotografías de Katnira Bello basada en un ejemplar de la revista Photo de esa misma fecha titulada “Maestros del Erotismo”. Bello le mostró la publicación a varios de sus amigos y les pidió que eligieran entre una y tres imágenes. Después, la artista les pidió que ellos mismos- desnudos- repitieran la pose de la modelo. Los hombres de las fotos de Bello no son “modelos profesionales”, ni habitan en las arquitecturas de ensoñación de sus contrapartes de la revista. Son tipos comunes y corrientes que, al exhibirse, le producen una extraña incomodidad a una mirada que rechaza aquello que no corresponde a los códigos que la tienen amaestrada. Aquí, Bello no se ha limitado a devolver la mirada. La ha hecho suya, en un gesto cómplice con los modelos que juegan a volverse lo visible, a cambiar los roles, dejando el empeño de la captura para ser capturados.