Nocturno – Ricardo Atl – Garash Galería
25/05/2012Arte de contradicciones. Pop, realismos y política. Brasil – Argentina 1960 – Fundación PROA
04/07/2012Sabotage – MoNDAo corp. – Galería Desiré Saint Phalle
Sabotage – MoNDAo corp. – Galería Desiré Saint Phalle – del 23 de junio al 15 de septiembre de 2012 – México DF
Múltiples ondas Nunca Descritas Apenas, o…
Gaby Rodríguez y Luis Carlos Hurtado –‘El Máster’- componen el equipo de dos que desde hace años pelotea al interior de MoNDAo corp. Son una sociedad simbiótica mutualista que no desdeña la individualidad ni la diferencia, sino que en la complicidad, la confabulación y la solidaridad promueve y alimenta el desarrollo de sus respectivas frondas desde sus raíces. Gaby no ha dejado de explorar el espacio íntimo, el lugar donde su feminidad y su mirada –que escudriña detalles que muchos pasaríamos por alto- se han fortalecido para apuntalar un lenguaje leve y amoroso, en forma de dibujos, esculturas y fotografías. Éstos a su vez dialogan con los atisbos al paisaje, al camino, al tiempo del viaje, que ‘El Máster’ traduce en mapas, sistemas y reglas de juegos nuevos. Los ha de renovar con Gaby, en una correspondencia que se perpetúa en giros cariñosos, humorísticos y generosos –pues los comparten con su comunidad de colegas, parientes y amigos- que se han multiplicado en el espacio y en el tiempo de maneras diversas. Han hecho exposiciones, libros y eventos, pero sobre todo han construido un sistema abierto de creación en el que se han permitido explorar técnicas, recursos, contextos y formatos que significa en sí mismo una especie de organismo vivo, análogo a otros que tanto les han interesado y que han observado desde que los conozco: las plantas.
Si El Rey de los Deportes fuera un vegetal, solamente los MoNDAos podrían dibujarlo con la precisión que el botanista implica, pues el diamante en el que sucede es el escenario de un desarrollo puntual -con sus altas y sus bajas- de un régimen de relaciones inesperadas, caprichosas, detallistas, inteligentes, azarosas, intensas, cerebrales e improvisadas. Como ellos mismos afirman, en el beisbol “los robos de bases, los toques de bola (los toques de sacrificio) y los picheos de relevo, son solidarios con el equipo”, independientemente del rol que cada pelotero juega durante sus nueve entradas, si es que no sucede algo antes del último estraic, del último aut. Allí la individualidad brilla en el conjunto, ni el fílder semiolvidado está exento de protagonismo cuando hay que lanzarse contra la valla, lo más alto posible, extendiendo el brazo hasta las gradas para cachar un evitable jonrón. Los códigos de la cácher Gaby –tan elaborados y sofisticados como los del lenguaje de señas de los sordomudos, pero siempre encriptados e ilegibles por el contrincante- son interpretados y correspondidos con otros similares de manera impecable por el pícher Luis Carlos, como fruto de una comunión añeja: mascan el mismo tabaco. Esta comunicación se renueva así en cada partido, en cada estadio, en cada juego, en cada movimiento, alumbrando así alfabetos desconocidos, lexemas inesperados y frases que sorprenden a propios y ampayers. Más allá de la representación de las trayectorias de la bola y de los senderos trazados por los jugadores, de las gráficas de la intensidad de los gritos desde las butacas, de los porcentajes de bateo y de las comparativas de jits, carreras y errores, el relato exacto de la jornada de MoNDAo es un dibujo de caligrafía cálida, emotiva, uno que apunta hacia una investigación alegre y disciplinada de sus genealogías, de sus amores, de sus complicidades.
A Gaby y a ‘El Máster’ también les interesa desde siempre compartir procesos, maneras de hacer, aprender juntos, entender y echar a andar mecanismos de trabajo que enuncien intereses renovados, energías recargadas de hambre de saber, de conocer. Han explorado la artesanía en diferentes entornos (de Campeche a la Bretaña francesa, pasando inevitablemente por la capital de México), haciendo sombreros, cómics, chicles, tallas en yeso, madera, manuales de cómo no matar mosquitos, cómo mirar una hierba a la orilla del camino, grabados, revistas, sistemas de riego, un pozo. Recientemente hallaron en los sabots, los tradicionales suecos tallados en palo de los campesinos bretones, un pretexto para conmemorar de nuevo su colusión aventurera, pero sobre todo los braconniers -unos que tienen el tacón enfrente para destantear al enemigo confiado en las huellas- que usaban los cazadores furtivos, aquellos que buscaban la presa ilegalmente en tiempos de hambre, perseguidos por los señores feudales. No en balde la palabra ‘sabotaje’ tiene su raíz en el nombre del sabot, emblema de los anarquistas franceses del siglo XIX; paradójicamente la creatividad del saboteador debe ser extremadamente eficiente para causar ineficiencia, y siempre abunda en métodos lúdicos, estrambóticos, atrevidos y que no tienen nada que perder. El espíritu de protesta de saboteador acude al sitio del juego, al que representa un acto en contra del sistema establecido, de la ‘producción’ en el sentido capitalista del término, de ahí la determinación ‘ociosa’ e ‘inmoral’ del juego como acto contestatario, en el mejor estilo dadaísta. Apelar al descanso como espacio de trabajo, tirarse en un par de hamacas a elucubrar actos y eventos que no pretenden más que el festejo mismo de esa capacidad, que aparece como una leperada a ojos de una sociedad ansiosa de reproducir su sometimiento a la estructura productiva.
En este sentido, los proyectos que ahora inundan el tiempo de trabajo –quise decir de ocio- de MoNDAo, son cuñas que abren la posibilidad de percibir el espacio cotidiano, aparentemente inerte, a nociones divergentes de ‘trabajo’, ‘juego’, ‘amor’, ‘colaboración’, ‘arte’. Son la chancla que mantiene la puerta simultánea y permanentemente abierta y cerrada, como quiso Duchamp, algo que no cancela la posibilidad de concebir el umbral no como limítrofe de lo privado, sino como continuación hacia la calle, la colonia (Narvarte), la ciudad, el mundo, el universo conocido y por conocer, y anexas: esa cuña se llama viaje. En 2005 Gaby y ‘El Máster’ hicieron una exposición que se llamaba ‘Mi casa es tu casa’, señalando justamente esa coyuntura flexible y elástica, en la que su mitología expandió el quicio de su labor a una epopeya que tiene que llamarse de manera legítima ‘campechana’, en el sentido en el que el lector quiera atribuirle. Desde entonces no han dejado de recrear su práctica vagabunda en los territorios discretos de la ‘ociosidad’.
Hoy comparten sus últimas investigaciones peripatéticas desde la antesala de sus dinámicas intestinas, jugando a pasarse la pelota en giros discretos e infinitesimales, somos testigos de una relación interna que se descompone en un despilfarro del ingenio creativo, en un ping pong que hace que nuestra mirada se atomice, se bifurque y se multiplique geométricamente sobre el caos organizativo de la vida cotidiana. Such is life in the Tropics.
Abraham Cruzvillegas, 2012
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